Una “Machin Mon” – Carro de Montaña –  transporta personas al Mercado de Malpaso

Vita Randazzo escribe sobre un día de Mercado en la ciudad fronteriza de Jimaní

La reciente solidaridad del pueblo dominicano con Haití – evidente en su espontánea e inmediata respuesta al terremoto del 2010 – ha sido puesta a prueba cotidianamente debido a la presencia de personas haitianas en la República Dominicana, espacialmente en la franja fronteriza.

En la ciudad fronteriza de Jimaní, el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (JSRM) de República Dominicana estima que por lo menos 3 de cada 10 personas residentes son inmigrantes de ascendencia haitiana. Y, para la mayoría de la población dominicana viviendo en esta ciudad, esta es probablemente una estimación conservadora: la mayoría diría que ahora, después del terremoto, por lo menos 50% de las personas residentes en Jimaní y las áreas aledañas son del otro lado de la frontera.

Además de esta presión está el hecho que la principal fuente de ingresos para la mayoría de la población proviene de la economía informal, siendo la actividad  local más importante el Mercado binacional de ‘Malpaso’ – un Mercado que se lleva a cabo cada lunes y jueves lo cual atrae a una multitud de personas vendedoras y compradoras del otro lado de la frontera en Haití, particularmente de Ganthier. 

Desafortunadamente, el mercado sufre de una falta de estándares sanitarios mínimos como de una adecuada organización y control, afectando tanto a las personas compradoras como vendedoras por lo que el movimiento comercial que produce tiene un impacto limitado en la economía formal de la región.

Una vendedora dominicana en su puesto del Mercado bi-nacional Malpaso, Jimaní, República Dominicana

Adicionalmente, existen un sinnúmero de denuncias de malas prácticas y abusos por parte de las autoridades militares de cara a los movimientos masivos de personas del otro lado de la frontera.

Aún así el Mercado tiene el potencial de ser una gran fuerza para el bienestar de la región fronteriza. Lizan Antoine, quien trabaja para el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) en Fond Parisien y Belladere en la zona fronteriza haitiana, me compartió: “Los mercados bi-nacionales en territorio dominicano representan una oportunidad porque originalmente comenzaron como ferias que facilitaban el encuentro entre dos pueblos que comparten una misma isla. Recuperar ese espíritu es clave para su futuro.”

Y Pedro Santana, un líder comunitario, afirmó durante una reunión de la sociedad civil dominicana, organizada por el JSRM en Jimaní: “Queremos que Malpaso sea un mejor Mercado para todas las personas, incluso para aquellas que actualmente viven al margen de la ley en desorden y quienes sufren abusos.”

Por ahora, las autoridades gubernamentales responsables de regular el comercio en esta zona fronteriza han delegado la función de administrar las actividades del Mercado a la Asociación de Comerciantes de Jimaní. Al parecer el SJRM tundra que dirigir la lucha contra los abusos y violaciones de los derechos humanos que actualmente evitan que el Mercado verdaderamente beneficie a las personas de ambos lados de la frontera que dependen del Mercado para su subsistencia.


Vita Randazzo es una cooperante de Progressio, quien trabaja con el JRSM en Jimaní.

Pie de fotos: una “Machin Mon” – Carro de Montaña –  transporta personas al Mercado de Malpaso; una vendedora dominicana en su puesto del Mercado bi-nacional Malpaso, Jimaní, República Dominicana. (Fotos © Vita Randazzo/Progressio)

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