Mujeres participando en un taller de IMU - el Instituto de Investigación,Capacitación y Desarrollo de la Mujer.

Por favor, describe brevemente tu rol como cooperante y dónde trabajaste.

Fui cooperante en El Salvador entre los años 1997 y 2000. Trabajé inicialmente con APSO (Agencia Irlandesa de Asistencia Técnica) antes de trasladarme a Progressio, en marzo de 1998. A partir de 1998 hasta el año 2000, trabajé con el Movimiento de Mujeres Mélida Anaya Montes (MAM) / Red de Mujeres para la Unidad y El Desarrollo en el campo de género y desarrollo local. Este rol básicamente consistía en trabajar con mujeres en comunidades de bajos ingresos para dar prioridad a sus necesidades de desarrollo y acompañarles, así como documentar sus estrategias de incidencia. Yo fui parte del equipo de formación en MAM y trabajé en estrecha colaboración con mis colegas de El Salvador, utilizando técnicas de educación popular para el desarrollo de capacidades, tanto dentro de la organización como con las mujeres líderes.

Te conocemos como cooperante y especialista en género, ¿podrías decirnos lo que estás haciendo ahora?

Soy profesora de Política en la Universidad de Glasgow, donde sigo trabajando en cuestiones de género, específicamente, el tema de la violencia en América Central. Doy clases de Género y Desarrollo, Derechos Humanos y de Política Latinoamericana. 

¿Y de qué manera tu convenio con Progressio te ha ayudado a llegar a donde estás hoy?

Vivir y trabajar en El Salvador fue sin duda una experiencia formativa, tanto a nivel personal como profesional. Trabajar con mujeres que luchan contra circunstancias tan difíciles para poder trabajar por sus familias y comunidades me ha enseñado mucho acerca de la capacidad de las personas para hacer frente a la adversidad. Esto me hizo sentir enojada y curiosa a la vez. Enojada con las injusticias y curiosa por seguir buscando más preguntas sobre la violencia y la injusticia en tiempos de paz, opté por continuar explorando estas preguntas a través de un estudio más profundo y, al terminar mi convenio en El Salvador, empecé un doctorado en la Universidad de Liverpool. Mi tesis de doctorado y la investigación posterior fue influenciada directamente por mi experiencia trabajando con mujeres en comunidades de bajos ingresos y por haber visto cómo varias formas de violencia inhiben y determinan sus estrategias de subsistencia diaria. Regresé a El Salvador para realizar un año intensivo de trabajo de campo desde el 2001 hasta el 2002, y he vuelto cada año desde entonces para continuar mi investigación y también para encontrarme con viejos amigos.

¿Qué te impactó más sobre el modelo de cooperante de Progressio?

El modelo de cooperante de Progressio es particularmente innovador, ya que asigna los cooperantes como parte de un programa estratégico permanente, proporcionando el espacio para el intercambio genuino entre el cooperante y sus colegas. Me gusta especialmente el modelo horizontal de intercambio, ya que permite a ambas partes aprender unos de otros. También creo que este modelo tiene un lugar muy importante en el desarrollo de la educación en general, ya que se construyen relaciones entre las comunidades, más allá de los individuos involucrados. La gente de mi ciudad natal se involucró en un proyecto de solidaridad con El Salvador tras los terremotos del 2001. No solo recaudaron una cantidad considerable de dinero para un proyecto de construcción de viviendas, sino que también unas cuantas personas participaron de visitas de intercambio entre Derry y El Salvador. Esto significa que el elemento de intercambio fue más allá de mi tiempo con una organización en particular o la descripción de mi convenio. Creo que esta combinación del compromiso de trabajar contra la injusticia (en sentido amplio) y la creación de relaciones personales y políticas basadas en la solidaridad mutua es fundamental para la ética de Progressio.

¿Cómo describirías a El Salvador como un lugar para trabajar como cooperante?

El Salvador es un país hermoso, con una historia política muy brutal. Yo vivía en San Salvador, la capital, que es una ciudad grande, ruidosa, con muchos restaurantes de comida rápida al estilo EE.UU., centros comerciales un tráfico de locos. El temor a la delincuencia determina mucho de lo que la gente habla y esto fue sin duda un reto para mí. San Salvador puede no ser la más bonita de las ciudades para vivir y esto se debe en gran parte al modelo de desarrollo urbano derivado de políticas económicas muy excluyentes. Sin embargo, me encanta la energía del lugar. Llegué en época de lluvias, así que durante los primeros días en la ciudad no había visto el volcán que estaba cubierto de nubes. Un día, caminando por la calle de repente, vi este volcán inmenso enfrente de mí. El volcán domina la ciudad por lo que mi capacidad de observación hasta ese momento fue, obviamente, nula. Ver el volcán todavía me llena de asombro.

El país es el más pequeño de la región por lo que es fácil viajar alrededor. Las Mélidas (la organización con la que trabajé) tiene oficinas en diferentes regiones por lo que pasé mucho tiempo en el campo. Es fascinante en un país tan pequeño descubrir la historia política de cada región, y ver cómo ella informa o limita sus problemas de desarrollo.

Ese país es hermoso y relativamente inexplorado y, aunque suene cliché, la gente es muy cálida y acogedora. Recuerdo haber pensado en mis primeros días allí que todo el mundo tenía una historia que contar. Después de trece años todavía no me canso de escuchar esas historias.

¿Cuáles fueron tus principales desafíos y cómo los superaste?

En El Salvador, el problema de la seguridad domina las conversaciones de la gente y esto puede ser agotador. Básicamente, necesitas seguir los consejos que dan los locales. Trabajar en otro idioma puede ser un reto, pero he encontrado gente muy paciente y amable. Yo había trabajado en América Latina antes y había estudiado español, por lo que no fue necesario formarme en el idioma, pero todos los cooperantes tienen la opción de tomar cursos de idiomas si es necesario. Tanto el personal local de Progressio: Carmen y Rebeca, como Osvaldo en Londres, fueron muy generosos con el asesoramiento cada vez que fue necesario. Fue genial trabajar con los otros cooperantes y hemos mantenido reuniones regulares para aprender de las experiencias ajenas.

¿Qué extrañas de ser cooperante?

Echo de menos la energía de trabajar en un equipo que trabaja por la justicia de género, la comunicación constante y el intercambio de ideales e ideas políticas. También extraño la gran variedad de personas que uno conoce a través de este trabajo: activistas comunitarios, mujeres líderes, colegas y amigos. Como ya he dicho, me encanta escuchar historias así que trabajar y aprender sobre las vidas y luchas de otros pueblos fue una experiencia muy enriquecedora. Tengo la suerte de poder viajar a América Central una vez al año y mi investigación me permite estar en contacto con muchas personas que conocí mientras fui cooperante.

¿Qué consejo le darías a alguien que esté pensando ser cooperante?

¡Ve por ello!